martes, 26 de agosto de 2014

Con el mismo cuento 26 - G. Gamow y Borges


Por Fernando Terreno
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También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca. Este pensador observó que todos los libros, por diversos que sean, constan de elementos iguales: el espacio, el punto, la coma, las veintidós letras del alfabeto. También alegó un hecho que todos los viajeros han confirmado: No hay en la vasta Biblioteca, dos libros idénticos. De esas premisas incontrovertibles dedujo que la Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.
 Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono.
La biblioteca de Babel, 1941, Jorge Luis Borges

En realidad, una prensa automática tal imprimiría todo lo que se escribió alguna vez desde los tiempos en que la gente aprendía a escribir: cada línea de prosa y de poesía, cada editorial y anuncio de los diarios, cada  grueso volumen de los tratados científicos, cada carta de amor, cada nota al lechero…
Contemos el número de líneas que imprimiría la máquina para presentar todas las combinaciones posibles de letras y de otros signos tipográficos. Hay 26 letras en el alfabeto inglés, diez cifras (0, 1, 2,…, 9) y 14 signos comunes (espacio en blanco, punto coma, dos puntos); en total cuarenta símbolos. Supongamos también…
Además la máquina imprimiría todo lo que se deberá imprimir en los siglos venideros. Sobre el papel que viene del cilindro giratorio hallaríamos la poesía del siglo treinta, los descubrimientos científicos del futuro, los discursos que pronunciarán en el Congreso de los Estados Unidos durante el 500º período parlamentario de este país, y relatos de accidentes del tránsito interplanetario del año 2344.
Uno dos tres… infinito, George Gamow, 1946, Espasa-Calpe Argentina, 1948, págs. 23/24.


Observando los dos fragmentos me parece evidente que uno de los dos (o ambos) autores leyó al otro. Por la fecha de su publicación podemos suponer la prioridad de Borges sobre el texto. Ahora, si nos atenemos a la naturaleza de la idea, un desarrollo del cálculo combinatorio (una rama de las matemáticas), hay motivos para pensar que la paternidad corresponda al físico matemático ruso George Gamow que hacia 1936 fue contratado por la Universidad de Michigan radicándose en Estados Unidos hasta su muerte. En especial porque el libro tiene un capítulo sobre los grandes números y “los infinitos” del matemático ruso George Cantor, en donde me parece que don J.L.B. ha tratado de entender los aspectos matemáticos del concepto de infinito (que pone en otros trabajos). Este libro reunía charlas y conferencias que Gamow iba dando por diferentes ciudades norteamericanas.
En su copiosa obra sobresalen los desarrollos sobre física atómica, las contribuciones a la teoría del Big Bang y, en especial, sus trabajos llenos de humor sobre difusión científica y juegos matemáticos.
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2 comentarios:

Gerardo dijo...

Cantor era alemán, no ruso.

Fernando Terreno dijo...

Gerardo:
Si San Petersburgo es rusa, don George Cantor, que nació allí, es ruso. Por otro lado no tiene ninguna importancia.
Slds.