domingo, 31 de agosto de 2014

Iglesias y monasterios - Humor


1 Fertilización asistida
-¡Estás embarazada! Al fin. No sabés cómo te envidio, ¡qué lindo! Te felicito.
-Gracias, muchas gracias. Yo también estoy tan contenta. Después de tanto tiempo…
-¿Hicieron algún tratamiento…?
-No. Nada de eso. Fue todo una cuestión de fe. Comencé a frecuentar la Iglesia de los Milagros, ahí en la calle Otamendi… Es muy sencillo.
-Contá, contá.
Y la amiga le contó, entusiasmada, su experiencia por lo que ella misma decidió ir a probar suerte con el culto.
-Buenas tarde Padre, me recomendó venir mi amiga Florencia. Tengo los mismos problemas que tenía ella y deseo de todo corazón quedar embarazada. Quisiera que me indique las mismas oraciones…
-¿Oraciones…?
-Sí, no recuerdo muy bien… el credo… o el Dios te salve María…
-No m’hijita, no era eso. Era un Padre nuestro… Pero ya no está más. ¡Por esas mismas cosas lo tuvimos que echar!


2 Copistas
Un joven novicio llega al monasterio y le asignan la tarea de ayudar a otros monjes a transcribir los antiguos cánones y reglas de la Iglesia. Se sorprende de que esos monjes efectúen la labor a partir de copias y no de los manuscritos originales.
Va a ver al Abad y le plantea el hecho de que si alguien hubiera cometido un error, por pequeño que sea, ellos lo propagarían, de generación en generación, en todas las copias posteriores.
El superior le responde:
-Hace siglos que procedemos así, pero tu puntualización es buena, hijo.

A la mañana siguiente el Abad desciende al sótano del monasterio donde tienen archivados los manuscritos y pergaminos originales. Nadie ha abierto esos documentos desde hace siglos. Pasa la mañana entera allí, también la tarde. Llega la noche y no ha dado señales de vida. Arriba la preocupación crece a medida que las horas pasan, por lo que envían al joven novicio en su búsqueda.
Lo encuentra en un estado lamentable, como poseído; con las ropas raídas, la cara ensangrentada y golpeándose la cabeza contra los muros.
-Padre Abad, ¿qué le sucede? –le dice desesperado el novicio.
-¡Caridad! ¡Caridad! ¡Caridad! ¡la puta que los reparió!, -grita desesperado el Abad-, ¡eran votos de Caridad no de Castidad los que teníamos que hacer!

Los proveedores de estos cuentos son los sacrílegos Julio Cazón y Kiko Garrido a quienes espero que los alojen en el infierno (y que avisen si está bueno).
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